jueves, 29 de julio de 2010

Teatro // Crítica // ‘Alan Jeffer, el gran creador’, de Eduardo Calvo

Ir a ver un espectáculo de Eduardo calvo sin esperar al “re heavy re jodido” se torna bastante complicado, ya que ese personaje (y la varita mágica de Tinelli) lo hizo conocido hace ya unos cuantos años (recuerdo que luego de rendir unos exámenes, mi papá me llevó a ver Manicomic al Lola Membrives. A mis cortos 12 años y analizando lo que pasaba por mi cabeza en aquel entonces, puedo decir que me diviertió).
Pero esto es otra cosa: es un espectáculo propio (con todo lo que eso implica) en la sala Cortázar del Paseo La Plaza (lo que quiere decir de que va a haber un hombre volanteando durante la hora anterior). No es un desafío fácil. Pero como todos los desafíos: ninguno es fácil, y todos hay que afrontarlos (o al menos es lo más recomendable).
Subo a esta hermosa sala (a medio llenar, lamentablemente, en esta ocasión) y me siento en la mismísima primera fila, para poder ver el espectáculo.
Para resumir la temática de la nueva pieza de Calvo: todos (o algunos de ellos) sus personajes vinculados con uno (Alan Jeffer).
Maneja un humor increíblemente sano, sin ofender a nadie y que llega al público. De todas formas, no creo que a cualquier tipo de público, para ciertos comentarios la risa demoraba unos segundos ya que es un humor particular. Pero lo particular no lo convierte en chabacano. Puedo decir que disfrute de una hora y cuarto (aproximadamente) de chistes sanos y verdaderos.
Por otra parte, hay que destacar que en la mayoría de los personajes se reiteraba el tipo de comentarios. Salvando elecciones (un hombre sin miembros, ciego y casi sordo; un taxista y el famoso y conocido heavy) que tenían ticks y comentarios bien particulares.
En varias oportunidades el actor realiza un cruce de palabras con el sonidista y el iluminador que lo hace bajar a la tierra y hace entrar en confianza a los espectadores rápidamente.
Con respecto al espacio escénico: un escenario vacío, en el que se sumaban objetos que el actor aprovechaba al máximo para el sketch.
En definitiva, no es una obra que dejará un mensaje profundo e intenso en el interior del espectador, pero es un buen momento para compartir con algún amigo/a.

(Función: sábado 24 de julio)


miércoles, 28 de julio de 2010

Teatro // Crítica // 'Cosas Tristes', de Nano Zyssholtz

Me acerqué corriendo (ya que salía de la última función de “De la espera de las cosas”) al frío teatro Puerta Roja, para ver la última función de “Cosas Tristes”, una creación colectiva de Iván Kerner, Darío Szmulewicz y Nano Zyssholtz.
Entro sobre la hora a la fría sala de Lavalle (de más está decir que las condiciones de la sala, y el frío que sentí no interfirieron para nada en mi opinión sobre la obra) y veo un espacio que no presenta grandes renovaciones ni cosas fuera de lo común, lo que hace despertar aún más mi atención, porque ver una obra sin nada de escenografía, más que una falsa salida y dos sillones da para pensar que el texto debe ser, como mínimo, bueno. Y así fue. Sería hipócrita el decir que la pieza se mantuvo toda en un mismo nivel, porque eso es realmente complicado, pero vamos por partes.
Nuevamente me encuentro con una obra que utiliza tecnología para contar una historia: unas proyecciones de fondo, mezclando ilustraciones muy pintorescas con videos que incluían a los actores y que contaban parte de la historia. En los videos era el único momento en el que se los ve hablando entre sí, porque durante el aquí y ahora, son un conjunto de monólogos. Cada uno de los tres personajes está en una sesión de terapia, relatando ciertos hechos de infancia y de la actualidad. Los personajes demuestran quererse mucho pero, a su vez, tener varios conflictos entre sí, pero que al momento de verse callan y que ventilan cada uno en sus respectivas sesiones de terapia.
Los personajes están increíblemente construidos, ya que las actuaciones están a disposición de lo que el personaje necesita en escena, dando miradas, tonos y movimientos corporales justos para cada circunstancia. Como tonos, puedo destacar la uniformidad que mantiene Darío Szmulewicz, mostrándose como un hombre de los que “se las saben todas” pero con una gran vulnerabilidad interior (aunque no llego a descubrir si él sabe lo débil que es), con respecto al trabajo corporal, es de destacar la labor que mantiene durante toda la obra Nano Zyssholtz, y por sobre todas las cosas, destacar el crecimiento y el cambio paulatino de matices que lleva a cabo en toda la obra Ivan Kerner (un pseudo protagonista, ya que gran parte de la historia gira en torno a él) con, por un lado, una calma y una inseguridad notoria, y por otro, una agresividad hacia su terapeuta (que no existe físicamente pero que podemos ver gracias a su actuación).
Pero también vale destacar (no todo en la vida es rosa) que en ciertas ocasiones la atención cae, por tornarse reiterativas algunas confesiones, o por dar información de más y no tomar las riendas y mostrar, en vez de contar.
La puesta en escena, como bien dije, es sencilla (3 sillones y dos falsas salidas) pero está siempre, como dije en muchas notas anteriores, a la orden de lo que la obra demanda.

(Función: viernes 23 de julio)

Teatro // Crítica // “Doblete de Maipo”, Pinti&Posca

Gracias a una invitación de uno de los asistentes de escenario del teatro Maipo, me acerqué al mismo un jueves por la noche para ver a dos cómicos, dos artistas, dos verdaderas cloacas del espectáculo teatral argentino (si por su vocabulario hablamos, claro está): Enrique Pinti y Favio Posca.
La primera función era la del señor Pinti. Me vi gratamente beneficiado por mi ubicación: primera fila al medio. Mientras una voz en off presentaba al “Director de Orquesta”, el telón se levantaba y aparecía en medio del escenario con los brazos extendidos Enrique Pinti. Con un equipo de baile compuesto por die bailarines y un actor que mantenía varios diálogos con el capo-cómico.
El espectáculo, “Antes de que me olvide”, se basa en la idea de que Pinti en algún momento se va a olvidar de todo lo que en algún momento dijo y/o pensó sobre la historia y los protagonistas de la misma.
Repetidos cambios de vestuario, con varios números de canto y baile con letras relacionadas con el momento que se estaba tocando en la obra.
Un número que realmente me llamó la atención y que no había visto en videos de espectáculos anteriores (no había tenido el agrado de poder verlo en vivo). Él mismo hablando con un video de animación en escena. Habiendo tenido la experiencia personal de haber trabajado en un espectáculo que contaba con la tecnología que son las proyecciones, sé que es sumamente complicado porque puede surgir cualquier imprevisto en vivo y, sin embargo, el actor hablaba en vivo con una animación, lo que limita ampliamente sus posibilidades de error, ya que tiene el tiempo contado entre diálogo y diálogo, lo que muestra que solo él puede hacerlo.
Como aspecto negativo, me parece que, por el tipo de contenido de los espectáculos de Enrique Pinti, se debe reiterar bastante, ya que él habla de historia, y para que sea completamente diferente, tendrían que pasar ciento cincuenta años por lo menos. Y como esto no es posible, creo que con verlo una vez cada diez o quince años, está más que bien para volver a sorprenderse.
Por otra parte, al estar sentado en primera fila, y ver al actor mirar tanto al público, me generaba la sensación de que me estaba hablando a mí, que le importaba realmente si estaba disfrutando del espectáculo, y que mis risas (junto con las del resto del público) lo alimentaban para seguir la función.
Por último, y para cerrar esa sensación que generó el gran monologuista durante todo el espectáculo, cuando lo aplaudía de pie, se tomó la molestia de acercarse al proscenio del escenario para así poder cruzar un apretón de manos. Tal vez él me agradecía a mí por oírlo tan atentamente durante todo el espectáculo, y de seguro yo le agradecí por semejante despliegue, texto y presencia actoral.

Luego de eso, salí rápidamente del teatro en dirección a una parrilla de la calle Lavalle, cuyo volante me engañó notoriamente, ya que decía que presentándolo se me adjudicaría un 35% de descuento, pero luego, al dorso y en letra claramente más chica, decía que solo sobre los precios de carta. Una pena no recordar el nombre del restaurant.

Nuevamente llegué al Maipo, para retirar mis entradas, beber un fresco Fernet de muestra y disfrutar de otro espectáculo con matices, tonos y un contenido claramente diferente al anterior. Si bien ambos son “humor”, creo que es de público conocimiento que es un humor completamente diferente.
La mala palabra, la grosería, la vulgaridad y el sexo en sus diferentes formas y estilos se hicieron presentes durante más de dos horas de espectáculo. “Bad Time Good Face”, el nuevo espectáculo de Posca cita a los viejos y conocidos personajes del cómico, sumando una gran cantidad de videoclips con melodías casi conocidas (ya que tomaba melodías existentes pero las modificaba en algún punto) con letras que reflejan la marginalidad de todos sus personajes de formas muy particular. Con insultos, desnudos, gracia y chistes al servicio de lo que este actor brindó en todos sus espectáculos.
Pero no solo lo actoral hacía valer este show, sino también las proyecciones (segundo espectáculo tecnológico del día), ya que le aportaban una belleza visual muy importante. A esto debemos sumarles unas luces que se movían sobre el público en ciertos momentos y otras tantas blancas puestas en el límite del escenario, que ante alguna canción de tipo “tecno” se prendían y apagaban repetidas veces para asi poner al público en cierto estado (lo que conseguía al instante).
Lo que realiza en escena es más de lo que he visto en otros espectáculos (“Alita de posca”) repitiendo personajes, e incluso chistes. Pero en cada número (a destacar: un mimo que aparece al principio de la obra y un zapateo americano que realiza el ya conocido Pitito) demostraba ser alguien con mucha preparación, y no un improvisado que quería subirse al escenario sencillamente para decir groserías.

Para redondear un poco con los dos espectáculos: creo que ambos son tipos de humor muy particular, muy propios, y creo que si uno toma la decisión de ir a verlos sabe con lo que se va a encontrar: dos cloacas de insultos al servicio de las necesidades escénicas. Y algunos podrán decir: “muchos insultos son innecesarios”, pero me parece que lo necesario (o no) está directamente relacionado con lo que el actor necesite (valga la redundancia); y si a estas dos piezas les sacáramos todos los insultos, las groserías y las vulgaridades, no serían ellos mismos. Sino que sería un actor hablando de historia y otro relatando la marginalidad. Pero creo que cada uno pone los condimentos necesarios para que no sean sencillamente “alguien más”, sino que sean actores que llenan salas temporadas enteras desde hace ya varios años.

(Funciones: jueves 15 de julio)


Teatro // Crítica // 'Finimondo', de Toto Castiñeiras

Encantado por todo lo visto de clown hasta el momento, y doblemente atraído por un magnifico 2x1 recibido vía internet, me acerqué a una de las funciones que Toto (el argentino del Cirque Du Solei) realizaba en el teatro Metropolitan con su espectáculo “Finimondo”.
Como dice su volante, es un clown dramático, un clown trágico. Y al verlo, me doy cuenta de que interpreta un payaso más relacionado al conocido de circo: con tristeza, dramatismo y tragedia. Con esto no quiero decir que los anteriores espectáculos de clown comentados no hayan contado con dramatismo, pero claramente desde otro punto de vista mucho más relacionado con el juego y con el aquí y ahora.
A su vez, notaba que no registraba al público, porque durante el espectáculo sonó un celular, una persona se fue y volvió, y él siguió como si eso no hubiera ocurrido, lo que daba la sensación de que él hacía su número, terminaba y se iba, sin importar el sentimiento del público.
De todas formas, en reiteradas ocasiones del espectáculo, tuvo oportunidades de mostrar y lucir un gran conocimiento de las posibilidades físicas, un oficio y que es un payaso de varios años. Por su manera de moverse en el escenario, por su voz y por ciertos vicios que funcionaron más de una vez y que daba la impresión de que, si los hacía cien veces más, funcionarían de igual manera.
La iluminación y la puesta en escena, si bien merece un párrafo porque es algo que suma en todo espectáculo, no fueron puntos que me llamaran la atención ni despertaran mi interés o ciertas inquietudes. Un diseño de luces uniforme creado por el genial Omar Possemato y una puesta sencilla con un falso frente teatral que solo se ve al final del espectáculo.
Cerrando ideas y concluyendo: vi a un clown sobre el escenario que demostraba tener grandes cualidades, pero creo que la historia no lo acompaña como para poder lucirse.


(Función: jueves 1 de julio)