miércoles, 28 de julio de 2010

Teatro // Crítica // 'Cosas Tristes', de Nano Zyssholtz

Me acerqué corriendo (ya que salía de la última función de “De la espera de las cosas”) al frío teatro Puerta Roja, para ver la última función de “Cosas Tristes”, una creación colectiva de Iván Kerner, Darío Szmulewicz y Nano Zyssholtz.
Entro sobre la hora a la fría sala de Lavalle (de más está decir que las condiciones de la sala, y el frío que sentí no interfirieron para nada en mi opinión sobre la obra) y veo un espacio que no presenta grandes renovaciones ni cosas fuera de lo común, lo que hace despertar aún más mi atención, porque ver una obra sin nada de escenografía, más que una falsa salida y dos sillones da para pensar que el texto debe ser, como mínimo, bueno. Y así fue. Sería hipócrita el decir que la pieza se mantuvo toda en un mismo nivel, porque eso es realmente complicado, pero vamos por partes.
Nuevamente me encuentro con una obra que utiliza tecnología para contar una historia: unas proyecciones de fondo, mezclando ilustraciones muy pintorescas con videos que incluían a los actores y que contaban parte de la historia. En los videos era el único momento en el que se los ve hablando entre sí, porque durante el aquí y ahora, son un conjunto de monólogos. Cada uno de los tres personajes está en una sesión de terapia, relatando ciertos hechos de infancia y de la actualidad. Los personajes demuestran quererse mucho pero, a su vez, tener varios conflictos entre sí, pero que al momento de verse callan y que ventilan cada uno en sus respectivas sesiones de terapia.
Los personajes están increíblemente construidos, ya que las actuaciones están a disposición de lo que el personaje necesita en escena, dando miradas, tonos y movimientos corporales justos para cada circunstancia. Como tonos, puedo destacar la uniformidad que mantiene Darío Szmulewicz, mostrándose como un hombre de los que “se las saben todas” pero con una gran vulnerabilidad interior (aunque no llego a descubrir si él sabe lo débil que es), con respecto al trabajo corporal, es de destacar la labor que mantiene durante toda la obra Nano Zyssholtz, y por sobre todas las cosas, destacar el crecimiento y el cambio paulatino de matices que lleva a cabo en toda la obra Ivan Kerner (un pseudo protagonista, ya que gran parte de la historia gira en torno a él) con, por un lado, una calma y una inseguridad notoria, y por otro, una agresividad hacia su terapeuta (que no existe físicamente pero que podemos ver gracias a su actuación).
Pero también vale destacar (no todo en la vida es rosa) que en ciertas ocasiones la atención cae, por tornarse reiterativas algunas confesiones, o por dar información de más y no tomar las riendas y mostrar, en vez de contar.
La puesta en escena, como bien dije, es sencilla (3 sillones y dos falsas salidas) pero está siempre, como dije en muchas notas anteriores, a la orden de lo que la obra demanda.

(Función: viernes 23 de julio)

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