Me acerqué al “Regina”, sobre Santa Fé, atraído (y bastante) por la pieza dirigida por el excéntrico Muscari (del cual no tengo otra opinión más que una formulada por comentarios de terceros, ya que es la primera vez que me acerco a un producto suyo). Me senté en esas angostas butacas con grandes expectativas. Muchos amigos, conocidos y familiares la habían visto y se llenaron la boca hablando de la obra. Sin embargo, mientras se apagaba la luz, volteé y vi una sala a medio llenar.
Voy a empezar a hablar de la obra por el final: el aplauso. Cuando los seis actores se posaron sobre el proscenio, mi aplauso se encontraba apagado, pero en ese momento no pude determinar si era porque no me había gustado, porque no había entendido la puesta o porque no me había “caído la ficha” de lo que acababa de ver. Había sido algo innovador, algo distinto de lo que había visto. Considero que transgresor es de por sí el texto original, la historia. Así que adjudicarle ese adjetivo a esta puesta, tiene que ver con la novela que aborda.
Todo empieza con un Walter Quiroz altamente histriónico, exacerbando todos sus gestos, sus palabras y sus movimientos. Como primera impresión, me vi seducido por tildarlo de sobreactuado, pero a medida que pasaba la historia entendí que era un código particular, y que si no me interiorizaba con él, iba a pasarla muy mal.
Un increíble Alejandro Awada encarna a ese Anatomista tan enamorado y tildado de enfermo. Creo que, sin lugar a dudas, la mejor actuación de la pieza. Las mujeres del elenco (las cuales todas tienen su momento para mostrar los pechos) van en notorio crecimiento a medida que trascurre esa hora de función. El trabajo del actor de telenovelas de la tarde (como le dice Sofia Gala en un momento de la función) es medido y justo para lo que su personaje necesita.
¿Cómo puede ser que en el medio de la obra se haga referencia al actor? Pues sí. Es un recurso utilizado en todo momento y por todos los actores en diferentes momentos. ¿Por qué? Tal vez para darle un poco más de cercanía al público y de hacer de esta puesta algo único. Sinceramente no sé cuál es el fin de eso, ya que podría funcionar tranquilamente la historia sin eso. Una puesta en la que el desnudo y lo sexual está al servicio de la temática de la novela de Federico Andahazi.
La escenografía, a primera vista, era sencilla. Hasta que unos “biombos móviles” dan lugar a dos espacios nuevos a los lados del escenario (en uno de ellos, sucede una escena excesivamente fuerte, pintada con sexo, sexualidad, sensualidad y obsesión).
El diseño de luces no presenta grandes movimientos que merezcan hacer un desarrollo extenso del mismo. Sí tal vez la pared de fondo con unas cruces iluminadas, mezclado con una ambientación tenue, aporta un clima muy interesante.
Las proyecciones (otra vez el teatro pide ayuda a la tecnología para sumarle condimentos a una obra) antes de que comenzara la función lo ponían a uno en clima, pero luego durante la obra, en ciertos momentos invadían un tanto los ojos del espectador. Pero, tal vez, puede ser visto como parte del total de esta controversial puesta.
La música (¿cómo no hacer alusión si en el programa dice que la realizó el dos veces ganador del Óscar, Gustavo Santaolalla?) es precisa para cada uno de los momentos, haciendo modificar lo que se está viendo para aportarle mayor profundidad.
Un párrafo especial se merece el público, que siento que cada vez quedan menos que sepan realmente ver teatro. El aplauso cuando aparece un actor es algo que distrae y hasta hace perder parte del contenido, ya que no es una Sitcom, y no van a esperar a que el público deje de aplaudir para hablar. A esto le sumo una dosis infantil al escuchar por parte de reconocidos actores decir cosas como “verga” o hacer alusión a cualquier tema relacionado con lo sexual. A la mente se me vino la imagen de un niño que se ríe al decir una grosería. No modifica el contenido de la obra, pero si la forma en que se la ve.
Para redondear y sintetizar, creo que El Anatomista, bajo la dirección de este particular personaje como lo es José María Muscari, es una experiencia para vivir y no contar, ya que nada de lo que se pueda trasmitir va a igualar esa pasión, esa crítica ferviente a la iglesia y la necesidad de hacer teatro que deja marca en el público.
(Función: jueves 5 de agosto)
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