domingo, 30 de mayo de 2010

'En la cocina' (escena), de Daniel Crespo Narbona.

Una cocina. La madre sentada observando al niño en la puerta. Este mira hacia el patio. Llueve. Todo muy sucio.

Niño: ¿Por qué?
Madre: ¿Qué?
Niño: ¿De dónde viene?
Madre: ¿Qué cosa, corazón?
Niño: El agua, ma, el agua.
Madre: Es lluvia. Se llama lluvia.
Niño: ¿Y de dónde viene?
Madre: Del cielo. Viene de las nubes. ¿Ves que todo está blanco? De ahí viene.
Niño: Ah.
Madre: ¿Qué pasa?
Niño: ¿Puedo tomar?
Madre: No, el agua de lluvia está sucia, no se puede tomar.

El niño apoya los pies sobre el patio sentándose en el cordón.

Madre: Subí los pies.
Niño: Está fría el agua.
Madre: Sí, además hace frío. Haceme el favor de entrar.
Niño: Quiero quedarme un poco más, ma.
Madre: Ahora va a llegar papá de trabajar y vamos a comer.
Niño: Cuando llegue entro.
Madre: Bueno.
Niño: Ma…
Madre: ¿Qué?
Niño: ¿Estuviste alguna vez abajo de la lluvia?
Madre: Sí, hiji, muchas veces, cuando salgo de casa y me olvido el paragüas.
Niño: Ma…
Madre: ¿Qué, Manu?
Niño: ¿Va a parar de caer agua en algún momento?

Se oye un trueno.

Madre: Sí, para. Podés entrar que va a entrar agua.
Niño: Agua no, ma, es lluvia.
Madre: Es lo mismo, Manuel. Entrá.
Niño: Ahora entro, ma.

Suena el timbre.

Madre: Entrá, vamos a comer.
Niño: Ya va, ma, dejame ver un poco más.
Madre: No, vamos.

Lo alza aúpa.

Niño: No, ma, un ratito más.
Madre: No siempre se puede todo lo que se quiere, Manu.

jueves, 20 de mayo de 2010

Teatro // Crítica // 'La isla desierta', de Roberto Arlt

Increíble gusto por empezar a escribir esta crítica sobre esta conocida obra de Arlt en una versión extremadamente novedosa para mi cultura teatral (digo novedosa, aunque lleven muchos años en cartel).
La obra está atravesando su temporada número 10 y se presenta actualmente con cuatro funciones por fin de semana en el Konex. Está llevada a cabo por el Grupo Ojcuro, un elenco que tiene un gran porcentaje de actores no videntes.
Trabajan, principalmente, desde la ausencia total de luz. Desde ya le aclaro a todo aquel que vaya a leer esta nota, que será muy complicado hablar de esta experiencia sin adelantarles lo que pueden sentir luego de sacar entradas para esta pieza.
La historia, claro está, es la misma que hemos leído en algún momento de nuestra vida: un grupo de empleados que no pueden trabajar con los barcos pasando por la ventana de su oficina. Todo mantiene un orden hasta que un amable cordobés (al menos en esta versión, no recuerdo en la original) les abre los ojos con muchas anécdotas e historias.
Desde que uno se prepara para ingresar a la sala, comienza la sensación de incomodidad en el espectador (me atrevo a generalizarlo, teniendo en cuenta los comentarios de mi acompañante y por lo que pude oír de los demás espectadores). “Si quieren salir, griten y en cinco segundos están fuera de la sala”. Así uno de los integrantes del grupo recibe al público. Todos en fila, agarrados del hombro del que está adelante (como niñas inmaduras, algunas mujeres se incomodan al tener que tomar a un hombre desconocido y comienzan a intercambiarse los lugares con risas de por medio, lo que genera complicidad entre los espectadores que esperan para ingresar a la sala). Ingreso a la sala y me encuentro en una absoluta oscuridad nunca antes apreciada, nunca antes vista. Mucho más que un cuarto oscuro, mucho más que una habitación con las persianas bajas: algo inexplicable.
Una vez ubicados en nuestros lugares, es inevitable comenzar a hablar con el de al lado, debido a la inmensa incomodidad que genera la nada misma que se presencia en esa sala.
Los sonidos empiezan a reproducirse en distintos lugares, produciendo una risa interna casi incontenible por eso que se desarrolla en la sala. A medida que pasa la obra, uno va girando la cabeza como si pudiera “ver” aquello que se está desarrollando.
Innumerables olores y sonidos se desarrollan en la sala generando una experiencia extremadamente placentera.
Claro está que no hay nada para decir acerca de la escenografía, y mucho menos de la puesta de luces. Pero si, cabe destacar, que es una hermosa experiencia, sea cual sea el punto de vista de cada uno.

(Función: sábado 15 de mayo)


lunes, 10 de mayo de 2010

Teatro // Crítica // 'La verdad fugaz', de Guillermo Hermida

Una vez sentado en las incomodísimas butacas del teatro Beckett, me dispongo a ver la segunda obra del dramaturgo y director Guillermo Hermida (su debut como tal: Cupido sin detenerse, en el 2008, teatro Anfitrión): La verdad fugaz.
En el espacio una escenografía simple pero interesante, la cual denota un espacio neutro que abre un abanico de posibilidades para el desarrollo de la pieza dramática. Por otra parte, una novia está en el espacio esperando que el público ingrese, se acomode y apague sus celulares. Esta espera genera una gran expectativa sobre el por qué de esa mujer allí parada (que debo confesar que, en primera instancia, creí que era un maniquí, lo que me desorientaba aún más).
La obra empieza sin momentos dignos de destacar, sencillamente contando las realidades de los personajes. Pero a medida que trascurren los minutos, uno se va interiorizando con cada uno de ellos y hasta, en ciertas discusiones, se puede tomar partido por uno de ellos e involucrarse.
En un momento dado (o mejor dicho, en dos) parte del elenco realiza una coreografía que no suma al contenido poético de la obra, aunque sí tal vez a la realidad de los personajes y a lo absurda que comienza a ser la historia en ciertos aspectos.
Las actuaciones son muy parejas, ya que todos están muy bien en lo que hacen. La protagonista (por así llamarla, ya que cada uno tiene su pequeño momento de gloria) Lucrecia Gelardi (Emma) se desenvuelve de manera excelente la hora y cuarto que dura el espectáculo, como así también lo hace Mariano Ferrán (Pedro). Sin embargo, conociendo las capacidades y virtudes de Luciana Dulitzky (Maxi) me quedé con ganas de verla un poco más.
La pieza tiene momentos realmente increíbles, tanto desde la dramaturgia como desde las actuaciones (rápidamente recuerdo uno en el que suceden dos situaciones simultáneamente en distintos espacios, y una conversación sobre el teatro que me hizo reír de mi mismo como actor y espectador).
El trabajo de arte está muy bien llevado a cabo por Sebastián Sábas, ya que cada personaje muestra con sus prendas un poco de lo que cada personaje lleva con su historia, y la puesta en escena es la indicada para el pleno desarrollo de la historia.
Sabiendo poner las palabras en su justo lugar, y a cada actor en su justo personaje, Hermida supo regalarme un grato momento una fría noche otoñal.


(Función: Sábado 8 de mayo)

Teatro // Crítica // 'Tempo', de Marcelo Katz

La idea de ver un espectáculo de clown en un fin de semana teatral, se está volviendo en mí casi un hábito. Y no creo atribuírselo a otra cosa que a la placentera sensación que sentí al salir de los mismos.
Me acerqué al Centro de la Cooperación un viernes por la noche para ver la nueva creación de Marcelo Katz: Tempo. Claro está, teniendo en cuenta sus anteriores creaciones, que esta iba a ser sobre delirios clownescos basados en el Tiempo.
Mi pregunta antes de ingresar a la sala era: ¿tanto se puede hablar sobre el tiempo? Y sí: horas, meses, momentos, rítmos. Todo está vinculado con el tiempo.
Al comenzar la pieza, me encontré con varias caras conocidas (tres de ellas participaron de Amargo Dulzor, la pieza que formó parte del plan de verano “Parador Konex”). Las actuaciones son parejas y muy buenas. La vital Julieta Carrera (Sagitario) comienza con una entrada a destiempo propia de las características mismas de su clown que, desde esa acción, se hace querer por el público. Hernán Carbón, sin embargo, va en ascenso, ya que comienza son mucha firmeza y finaliza con unos movimientos en el espacio que hacen parecer que es su casa. Las actrices Virginia Kaufmann y Gabi Goldberg lucen un increíble caudal de voz en varias ocasiones (acompañadas por un piano en vivo, ejecutado de manera justa por Sebastián Furman).
La obra casi no deja lugar a la improvisación por parte de los actores, ya que a diferencia de las anteriores obras de Katz, esta no posee casi juego con el público.
Se puede apreciar en todo momento una gran concentración por parte de los actores y se ve, como trasfondo, un profundo trabajo de dirección. Claramente un proyecto cargado y recargado de ensayos, pruebas y errores, para dejar como resultado una placentera página en mi historial de obras teatrales de la ciudad de Buenos Aires.


(Función: Viernes 30 de abril)