Una cocina. La madre sentada observando al niño en la puerta. Este mira hacia el patio. Llueve. Todo muy sucio.
Niño: ¿Por qué?
Madre: ¿Qué?
Niño: ¿De dónde viene?
Madre: ¿Qué cosa, corazón?
Niño: El agua, ma, el agua.
Madre: Es lluvia. Se llama lluvia.
Niño: ¿Y de dónde viene?
Madre: Del cielo. Viene de las nubes. ¿Ves que todo está blanco? De ahí viene.
Niño: Ah.
Madre: ¿Qué pasa?
Niño: ¿Puedo tomar?
Madre: No, el agua de lluvia está sucia, no se puede tomar.
El niño apoya los pies sobre el patio sentándose en el cordón.
Madre: Subí los pies.
Niño: Está fría el agua.
Madre: Sí, además hace frío. Haceme el favor de entrar.
Niño: Quiero quedarme un poco más, ma.
Madre: Ahora va a llegar papá de trabajar y vamos a comer.
Niño: Cuando llegue entro.
Madre: Bueno.
Niño: Ma…
Madre: ¿Qué?
Niño: ¿Estuviste alguna vez abajo de la lluvia?
Madre: Sí, hiji, muchas veces, cuando salgo de casa y me olvido el paragüas.
Niño: Ma…
Madre: ¿Qué, Manu?
Niño: ¿Va a parar de caer agua en algún momento?
Se oye un trueno.
Madre: Sí, para. Podés entrar que va a entrar agua.
Niño: Agua no, ma, es lluvia.
Madre: Es lo mismo, Manuel. Entrá.
Niño: Ahora entro, ma.
Suena el timbre.
Madre: Entrá, vamos a comer.
Niño: Ya va, ma, dejame ver un poco más.
Madre: No, vamos.
Lo alza aúpa.
Niño: No, ma, un ratito más.
Madre: No siempre se puede todo lo que se quiere, Manu.