jueves, 20 de mayo de 2010

Teatro // Crítica // 'La isla desierta', de Roberto Arlt

Increíble gusto por empezar a escribir esta crítica sobre esta conocida obra de Arlt en una versión extremadamente novedosa para mi cultura teatral (digo novedosa, aunque lleven muchos años en cartel).
La obra está atravesando su temporada número 10 y se presenta actualmente con cuatro funciones por fin de semana en el Konex. Está llevada a cabo por el Grupo Ojcuro, un elenco que tiene un gran porcentaje de actores no videntes.
Trabajan, principalmente, desde la ausencia total de luz. Desde ya le aclaro a todo aquel que vaya a leer esta nota, que será muy complicado hablar de esta experiencia sin adelantarles lo que pueden sentir luego de sacar entradas para esta pieza.
La historia, claro está, es la misma que hemos leído en algún momento de nuestra vida: un grupo de empleados que no pueden trabajar con los barcos pasando por la ventana de su oficina. Todo mantiene un orden hasta que un amable cordobés (al menos en esta versión, no recuerdo en la original) les abre los ojos con muchas anécdotas e historias.
Desde que uno se prepara para ingresar a la sala, comienza la sensación de incomodidad en el espectador (me atrevo a generalizarlo, teniendo en cuenta los comentarios de mi acompañante y por lo que pude oír de los demás espectadores). “Si quieren salir, griten y en cinco segundos están fuera de la sala”. Así uno de los integrantes del grupo recibe al público. Todos en fila, agarrados del hombro del que está adelante (como niñas inmaduras, algunas mujeres se incomodan al tener que tomar a un hombre desconocido y comienzan a intercambiarse los lugares con risas de por medio, lo que genera complicidad entre los espectadores que esperan para ingresar a la sala). Ingreso a la sala y me encuentro en una absoluta oscuridad nunca antes apreciada, nunca antes vista. Mucho más que un cuarto oscuro, mucho más que una habitación con las persianas bajas: algo inexplicable.
Una vez ubicados en nuestros lugares, es inevitable comenzar a hablar con el de al lado, debido a la inmensa incomodidad que genera la nada misma que se presencia en esa sala.
Los sonidos empiezan a reproducirse en distintos lugares, produciendo una risa interna casi incontenible por eso que se desarrolla en la sala. A medida que pasa la obra, uno va girando la cabeza como si pudiera “ver” aquello que se está desarrollando.
Innumerables olores y sonidos se desarrollan en la sala generando una experiencia extremadamente placentera.
Claro está que no hay nada para decir acerca de la escenografía, y mucho menos de la puesta de luces. Pero si, cabe destacar, que es una hermosa experiencia, sea cual sea el punto de vista de cada uno.

(Función: sábado 15 de mayo)


2 comentarios:

  1. que buena obraaa
    la vi hace dos años aprox.
    quiero volver =)

    también fui a escuchar música ahí, pero no me gustó. Creo que fue error de la banda, la propuesta musical. Era reggae. Cero experimentación. Volviendo a la obra, un lujo. Y qué difícil ese primer momento de oscuridad. Recomendable por su "tremenditud" je.

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  2. Gracias por tu comentario, Florencia.
    Recuerdo hace un tiempo tu recomendación para ir a verla y experimentar yo mismo eso que tanto intentabas expresarme con palabras.

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