lunes, 22 de noviembre de 2010

Teatro // Crítica // "Kalvkött, carne de ternera", de Silvina Chague

Me acerqué al “Teatro del Nudo” para ver una obra de la cual había escuchado buenas críticas, que hace ya bastantes meses hace dos funciones por fin de semana (con todas las dificultades que eso implica, teniendo en cuenta que ninguno de los intérpretes son comercialmente conocidos. Pese a eso, una sala llena casi en su totalidad, lo que bien predispone a cualquier espectador). “Kalvkött, carne de ternera”, una pieza de Silvina Chague, bajo la dirección de Corina Fiorillo, comenzó puntual a las 20.30 del domingo, como corresponde.
Una puesta en escena bastante extraña, ya que no despierta ninguna imagen previa de qué es lo que puede pasar allí. Alguna que otra silla, dos mesas y los cuatro interpretes durante todo el trascurso de la obra.
La historia toca lugares comunes como pueden ser: el exilio, las diferencias culturales, las distancias con la familia y cosas por el estilo. La obra está situada en 1976, con una chica que se aleja de su país (Argentina) y se va a Estocolmo, Suecia. Eso trae una primera etapa de tristeza y luego una de acostumbramiento. Habiendo vivido en el extranjero dos años (claro que bajo otras condiciones diferentes que las que tiene el exilio), lo que más se extraña son los pequeños detalles propios del país de origen.
Tal vez pensando esto solo y leyéndolo así, no es más que lo que mencioné antes: un conjunto de lugares comunes. Pero el texto, la dirección y la manera en la que es abordado por los actores hacen de la pieza un conjunto de momentos emocionantes, en los que uno se siente identificado y le despiertan cierta ternura los personajes.
Son cuatro actores, pero interpretan a muchos personajes. El trabajo que más impacta es el de Alejo Mango, que interpreta al padre de la joven argentina exiliada y, por otra parte, a un Chileno en Suecia.
Momento a destacar: tal vez un viaje en colectivo por Buenos Aires entre un sueco y un argentino. Lleno de imágenes que despertaban una emoción muy genuina.
Pero como no todo en la vida es rosa, considero que introducirse en el público es un recurso que siempre genera simpatía y una cercamiento al público que tal vez no logró introducirse en la trama de alguna obra, pero creo que esta pieza no lo necesitaba en lo más mínimo, ya que considero que toda la platea “del Nudo” se sentía parte de la historia.
No conocía trabajos ni de estos actores ni de esta directora pero sinceramente, luego de esta experiencia, recomendable para todos, creo que son otras personalidades para seguir en el circuito del teatro.

(Función: domingo 14 de noviembre)

sábado, 21 de agosto de 2010

Teatro // Crítica // ‘Voces en la bruma’, de Vanina Montes.

Me acerqué al teatro “La carpintería” (espacio abierto por actrices egresadas de la escuela Timbre 4, de Claudio Tolcachir. Es un espacio muy acogedor, con un cálido bar recepción y una amplia parrilla de luces; pero le encuentro la contra que vengo observando en ya varias salas de teatro independiente: una platea excesivamente grande, con 100 localidades aproximadamente).
Me ubiqué en segunda fila para poder observar la pieza de la cual mucho había escuchado hablar, con comentarios diversos y variados. El espacio escénico lo vi distribuido de una manera tal que generaba en mi imaginación múltiples formas de explotarlo (objetivo que es alcanzado por esta pieza).
La historia es de unas personas que van a una casa que van a vender, o no. En la cual pasaron algunas cosas y está llena de recuerdos. La idea en sí es muy atractiva y despierta mucha expectativa al sentarse.
Las actuaciones me resultaron parejas y muy buenas en cada una de las necesidades de los personajes. Aunque me hubiera gustado ver explotar un poco más el trabajo de Matías Labadens (estoy empezando a notar que en varios espectáculos me gustaría ver más de ciertos actores o actrices).
Con respecto a la iluminación, notaba en ciertos momentos los actores no tenían luz en el rostro, y era más lo que se suponía que expresaban que lo que realmente se veía. Se me viene a la mente ciertos momentos en donde la acción transcurre cerca de la puerta, que no se puede apreciar la gestualidad de los actores.
La puesta en escena, como bien mencioné antes, me generaba un doble espacio escénico (living y ático) que despertaba intriga y ponía a disposición un recurso muy servicial para la puesta en escena.
Pero como no todo en la vida es rosa, creo que lo único que me genero una sensación de que estaba trascurriendo una escena de más, fue al final: la actriz Mercedes Oviedo (con un desempeño muy parejo y preciso) recordando cosas en ese ático. Creo que si al menos se dijera algo en ese momento, la situación cobraría mucho más sentido y sería mucho más interesante para el público.
Así que, aprovechando que quedan pocas funciones, un espectáculo para ir a ver y sacar conclusiones propias.

(Función: Viernes 6 de agosto)

viernes, 6 de agosto de 2010

Teatro // Crítica // 'El Anatomista', versión de Luciano Cazaux

Me acerqué al “Regina”, sobre Santa Fé, atraído (y bastante) por la pieza dirigida por el excéntrico Muscari (del cual no tengo otra opinión más que una formulada por comentarios de terceros, ya que es la primera vez que me acerco a un producto suyo). Me senté en esas angostas butacas con grandes expectativas. Muchos amigos, conocidos y familiares la habían visto y se llenaron la boca hablando de la obra. Sin embargo, mientras se apagaba la luz, volteé y vi una sala a medio llenar.
Voy a empezar a hablar de la obra por el final: el aplauso. Cuando los seis actores se posaron sobre el proscenio, mi aplauso se encontraba apagado, pero en ese momento no pude determinar si era porque no me había gustado, porque no había entendido la puesta o porque no me había “caído la ficha” de lo que acababa de ver. Había sido algo innovador, algo distinto de lo que había visto. Considero que transgresor es de por sí el texto original, la historia. Así que adjudicarle ese adjetivo a esta puesta, tiene que ver con la novela que aborda.
Todo empieza con un Walter Quiroz altamente histriónico, exacerbando todos sus gestos, sus palabras y sus movimientos. Como primera impresión, me vi seducido por tildarlo de sobreactuado, pero a medida que pasaba la historia entendí que era un código particular, y que si no me interiorizaba con él, iba a pasarla muy mal.
Un increíble Alejandro Awada encarna a ese Anatomista tan enamorado y tildado de enfermo. Creo que, sin lugar a dudas, la mejor actuación de la pieza. Las mujeres del elenco (las cuales todas tienen su momento para mostrar los pechos) van en notorio crecimiento a medida que trascurre esa hora de función. El trabajo del actor de telenovelas de la tarde (como le dice Sofia Gala en un momento de la función) es medido y justo para lo que su personaje necesita.
¿Cómo puede ser que en el medio de la obra se haga referencia al actor? Pues sí. Es un recurso utilizado en todo momento y por todos los actores en diferentes momentos. ¿Por qué? Tal vez para darle un poco más de cercanía al público y de hacer de esta puesta algo único. Sinceramente no sé cuál es el fin de eso, ya que podría funcionar tranquilamente la historia sin eso. Una puesta en la que el desnudo y lo sexual está al servicio de la temática de la novela de Federico Andahazi.
La escenografía, a primera vista, era sencilla. Hasta que unos “biombos móviles” dan lugar a dos espacios nuevos a los lados del escenario (en uno de ellos, sucede una escena excesivamente fuerte, pintada con sexo, sexualidad, sensualidad y obsesión).
El diseño de luces no presenta grandes movimientos que merezcan hacer un desarrollo extenso del mismo. Sí tal vez la pared de fondo con unas cruces iluminadas, mezclado con una ambientación tenue, aporta un clima muy interesante.
Las proyecciones (otra vez el teatro pide ayuda a la tecnología para sumarle condimentos a una obra) antes de que comenzara la función lo ponían a uno en clima, pero luego durante la obra, en ciertos momentos invadían un tanto los ojos del espectador. Pero, tal vez, puede ser visto como parte del total de esta controversial puesta.
La música (¿cómo no hacer alusión si en el programa dice que la realizó el dos veces ganador del Óscar, Gustavo Santaolalla?) es precisa para cada uno de los momentos, haciendo modificar lo que se está viendo para aportarle mayor profundidad.
Un párrafo especial se merece el público, que siento que cada vez quedan menos que sepan realmente ver teatro. El aplauso cuando aparece un actor es algo que distrae y hasta hace perder parte del contenido, ya que no es una Sitcom, y no van a esperar a que el público deje de aplaudir para hablar. A esto le sumo una dosis infantil al escuchar por parte de reconocidos actores decir cosas como “verga” o hacer alusión a cualquier tema relacionado con lo sexual. A la mente se me vino la imagen de un niño que se ríe al decir una grosería. No modifica el contenido de la obra, pero si la forma en que se la ve.
Para redondear y sintetizar, creo que El Anatomista, bajo la dirección de este particular personaje como lo es José María Muscari, es una experiencia para vivir y no contar, ya que nada de lo que se pueda trasmitir va a igualar esa pasión, esa crítica ferviente a la iglesia y la necesidad de hacer teatro que deja marca en el público.

(Función: jueves 5 de agosto)


martes, 3 de agosto de 2010

Teatro // Crítica // 'Jorge', creación colectiva

Me acerqué al “Excéntrico de la 18º” para ver Jorge, una obra de la cual había escuchado hablar en una cena con gente del teatro independiente. Me llamó poderosamente la atención el nombre (ya que yo también tengo algunos textos cuyo título es un nombre propio) y, luego, me sentí más seducido al saber que el tal Jorge, nunca aparecía en escena. ¿Cosa rara, no?
Antes de abocarme de lleno a la obra, se merece algunos comentarios la sala (que no tenía el agrado de conocer). Una sala de espera muy acogedora, con velas, luces tenues y gratamente calefaccionada. Al ingresar, me encontré con una platea con amplia capacidad. Dada la puesta, no puedo especificar las condiciones del espacio escénico (¿tendrá puertas o los actores, una vez que llega la primer persona se quedan encerrados en la sala misma?). Una parrilla de luces muy completa y una cabina estratégicamente colocada. Una nueva sala para recomendar del circuito off.
Un actor barriendo y dos mucamas sentadas sin emitir palabra alguna. La activación de un timbre da por finalizado el tiempo para colocar las palabras en el cuadro doble entrada de tutti frutti. Sin lugar a dudas fue el momento más explosivo de la obra, con un sinfín de columnas sin sentido y otras tantas respuestas que también carecían del mismo.
Pero la obra es una escena tras otra que se unen por algún motivo (aunque, pensándolo en profundidad, sigo sin entender la conexión de algunas con este tal Jorge), así que la puesta en escena cambia constantemente, dando lugar a otras situaciones y repitiendo actores en diferentes roles.
Las actuaciones son, en rasgos generales, parejas. Pero en particular destaco un divertido trabajo de Ignacio Sánchez Mestre y de Paula Baldini.
Al leer que “Jorge” es producto de una creación colectiva, entiendo porqué cada uno de los actores se siente cómodo con lo que realiza (al generarlo uno mismo, se buscan y se utilizan los recursos y herramientas que están más al alcance de la mano). Pero, como contra (no todo en la vida es rosa, como bien digo siempre) encuentro que, al no haber una persona que haya escrito la unidad del texto, seleccionado y desechado situaciones (dado que en una creación colectiva todos aportan) en ciertas partes, la estructura dramática cae, dando como resultado números (o escenas, como se las quiera denominar) mejores que otras. Lo que sí, todas mantienen un código de absurdo interesante para el espectador (aunque en ciertos momentos, se abusa del recurso de la repetición para causar un efecto en el público. El ejemplo que se me viene a la mente es la melodía de la canción “Laura” con letra modificada. Tal vez si duraba menos, terminaba en un punto más alto).
Es espacio escénico está planteado para las necesidades de cada una de las escenas, así que están en el mismo tono los recursos escenográficos y las necesidades de los actores/personajes en las distintas situaciones. Me resultó netamente interesante la utilización de varios biombos, generando falsos escapes, porque de esa forma se permite diversificar el espacio.
El diseño de iluminación, a cargo de Magalí Acha, es sencillo y justo, ya que mantiene la atención justo en donde transcurre la escena. (Un detalle: durante los apagones, mientras se modificaba el espacio, se mantenía una luz cuadrada sobre los biombos, que te daba a entender que en esos momentos, se cortaba la acción. Aunque cuando las actrices movían la escenografía, tenían una ropa determinada que no usaban en escena).
En definitiva: “Jorge” es un conjunto de situaciones graciosas (algunas más y otras menos) con actuaciones parejas y un espacio a disposición de las situaciones.

(Función: sábado 31 de julio)


jueves, 29 de julio de 2010

Teatro // Crítica // ‘Alan Jeffer, el gran creador’, de Eduardo Calvo

Ir a ver un espectáculo de Eduardo calvo sin esperar al “re heavy re jodido” se torna bastante complicado, ya que ese personaje (y la varita mágica de Tinelli) lo hizo conocido hace ya unos cuantos años (recuerdo que luego de rendir unos exámenes, mi papá me llevó a ver Manicomic al Lola Membrives. A mis cortos 12 años y analizando lo que pasaba por mi cabeza en aquel entonces, puedo decir que me diviertió).
Pero esto es otra cosa: es un espectáculo propio (con todo lo que eso implica) en la sala Cortázar del Paseo La Plaza (lo que quiere decir de que va a haber un hombre volanteando durante la hora anterior). No es un desafío fácil. Pero como todos los desafíos: ninguno es fácil, y todos hay que afrontarlos (o al menos es lo más recomendable).
Subo a esta hermosa sala (a medio llenar, lamentablemente, en esta ocasión) y me siento en la mismísima primera fila, para poder ver el espectáculo.
Para resumir la temática de la nueva pieza de Calvo: todos (o algunos de ellos) sus personajes vinculados con uno (Alan Jeffer).
Maneja un humor increíblemente sano, sin ofender a nadie y que llega al público. De todas formas, no creo que a cualquier tipo de público, para ciertos comentarios la risa demoraba unos segundos ya que es un humor particular. Pero lo particular no lo convierte en chabacano. Puedo decir que disfrute de una hora y cuarto (aproximadamente) de chistes sanos y verdaderos.
Por otra parte, hay que destacar que en la mayoría de los personajes se reiteraba el tipo de comentarios. Salvando elecciones (un hombre sin miembros, ciego y casi sordo; un taxista y el famoso y conocido heavy) que tenían ticks y comentarios bien particulares.
En varias oportunidades el actor realiza un cruce de palabras con el sonidista y el iluminador que lo hace bajar a la tierra y hace entrar en confianza a los espectadores rápidamente.
Con respecto al espacio escénico: un escenario vacío, en el que se sumaban objetos que el actor aprovechaba al máximo para el sketch.
En definitiva, no es una obra que dejará un mensaje profundo e intenso en el interior del espectador, pero es un buen momento para compartir con algún amigo/a.

(Función: sábado 24 de julio)


miércoles, 28 de julio de 2010

Teatro // Crítica // 'Cosas Tristes', de Nano Zyssholtz

Me acerqué corriendo (ya que salía de la última función de “De la espera de las cosas”) al frío teatro Puerta Roja, para ver la última función de “Cosas Tristes”, una creación colectiva de Iván Kerner, Darío Szmulewicz y Nano Zyssholtz.
Entro sobre la hora a la fría sala de Lavalle (de más está decir que las condiciones de la sala, y el frío que sentí no interfirieron para nada en mi opinión sobre la obra) y veo un espacio que no presenta grandes renovaciones ni cosas fuera de lo común, lo que hace despertar aún más mi atención, porque ver una obra sin nada de escenografía, más que una falsa salida y dos sillones da para pensar que el texto debe ser, como mínimo, bueno. Y así fue. Sería hipócrita el decir que la pieza se mantuvo toda en un mismo nivel, porque eso es realmente complicado, pero vamos por partes.
Nuevamente me encuentro con una obra que utiliza tecnología para contar una historia: unas proyecciones de fondo, mezclando ilustraciones muy pintorescas con videos que incluían a los actores y que contaban parte de la historia. En los videos era el único momento en el que se los ve hablando entre sí, porque durante el aquí y ahora, son un conjunto de monólogos. Cada uno de los tres personajes está en una sesión de terapia, relatando ciertos hechos de infancia y de la actualidad. Los personajes demuestran quererse mucho pero, a su vez, tener varios conflictos entre sí, pero que al momento de verse callan y que ventilan cada uno en sus respectivas sesiones de terapia.
Los personajes están increíblemente construidos, ya que las actuaciones están a disposición de lo que el personaje necesita en escena, dando miradas, tonos y movimientos corporales justos para cada circunstancia. Como tonos, puedo destacar la uniformidad que mantiene Darío Szmulewicz, mostrándose como un hombre de los que “se las saben todas” pero con una gran vulnerabilidad interior (aunque no llego a descubrir si él sabe lo débil que es), con respecto al trabajo corporal, es de destacar la labor que mantiene durante toda la obra Nano Zyssholtz, y por sobre todas las cosas, destacar el crecimiento y el cambio paulatino de matices que lleva a cabo en toda la obra Ivan Kerner (un pseudo protagonista, ya que gran parte de la historia gira en torno a él) con, por un lado, una calma y una inseguridad notoria, y por otro, una agresividad hacia su terapeuta (que no existe físicamente pero que podemos ver gracias a su actuación).
Pero también vale destacar (no todo en la vida es rosa) que en ciertas ocasiones la atención cae, por tornarse reiterativas algunas confesiones, o por dar información de más y no tomar las riendas y mostrar, en vez de contar.
La puesta en escena, como bien dije, es sencilla (3 sillones y dos falsas salidas) pero está siempre, como dije en muchas notas anteriores, a la orden de lo que la obra demanda.

(Función: viernes 23 de julio)

Teatro // Crítica // “Doblete de Maipo”, Pinti&Posca

Gracias a una invitación de uno de los asistentes de escenario del teatro Maipo, me acerqué al mismo un jueves por la noche para ver a dos cómicos, dos artistas, dos verdaderas cloacas del espectáculo teatral argentino (si por su vocabulario hablamos, claro está): Enrique Pinti y Favio Posca.
La primera función era la del señor Pinti. Me vi gratamente beneficiado por mi ubicación: primera fila al medio. Mientras una voz en off presentaba al “Director de Orquesta”, el telón se levantaba y aparecía en medio del escenario con los brazos extendidos Enrique Pinti. Con un equipo de baile compuesto por die bailarines y un actor que mantenía varios diálogos con el capo-cómico.
El espectáculo, “Antes de que me olvide”, se basa en la idea de que Pinti en algún momento se va a olvidar de todo lo que en algún momento dijo y/o pensó sobre la historia y los protagonistas de la misma.
Repetidos cambios de vestuario, con varios números de canto y baile con letras relacionadas con el momento que se estaba tocando en la obra.
Un número que realmente me llamó la atención y que no había visto en videos de espectáculos anteriores (no había tenido el agrado de poder verlo en vivo). Él mismo hablando con un video de animación en escena. Habiendo tenido la experiencia personal de haber trabajado en un espectáculo que contaba con la tecnología que son las proyecciones, sé que es sumamente complicado porque puede surgir cualquier imprevisto en vivo y, sin embargo, el actor hablaba en vivo con una animación, lo que limita ampliamente sus posibilidades de error, ya que tiene el tiempo contado entre diálogo y diálogo, lo que muestra que solo él puede hacerlo.
Como aspecto negativo, me parece que, por el tipo de contenido de los espectáculos de Enrique Pinti, se debe reiterar bastante, ya que él habla de historia, y para que sea completamente diferente, tendrían que pasar ciento cincuenta años por lo menos. Y como esto no es posible, creo que con verlo una vez cada diez o quince años, está más que bien para volver a sorprenderse.
Por otra parte, al estar sentado en primera fila, y ver al actor mirar tanto al público, me generaba la sensación de que me estaba hablando a mí, que le importaba realmente si estaba disfrutando del espectáculo, y que mis risas (junto con las del resto del público) lo alimentaban para seguir la función.
Por último, y para cerrar esa sensación que generó el gran monologuista durante todo el espectáculo, cuando lo aplaudía de pie, se tomó la molestia de acercarse al proscenio del escenario para así poder cruzar un apretón de manos. Tal vez él me agradecía a mí por oírlo tan atentamente durante todo el espectáculo, y de seguro yo le agradecí por semejante despliegue, texto y presencia actoral.

Luego de eso, salí rápidamente del teatro en dirección a una parrilla de la calle Lavalle, cuyo volante me engañó notoriamente, ya que decía que presentándolo se me adjudicaría un 35% de descuento, pero luego, al dorso y en letra claramente más chica, decía que solo sobre los precios de carta. Una pena no recordar el nombre del restaurant.

Nuevamente llegué al Maipo, para retirar mis entradas, beber un fresco Fernet de muestra y disfrutar de otro espectáculo con matices, tonos y un contenido claramente diferente al anterior. Si bien ambos son “humor”, creo que es de público conocimiento que es un humor completamente diferente.
La mala palabra, la grosería, la vulgaridad y el sexo en sus diferentes formas y estilos se hicieron presentes durante más de dos horas de espectáculo. “Bad Time Good Face”, el nuevo espectáculo de Posca cita a los viejos y conocidos personajes del cómico, sumando una gran cantidad de videoclips con melodías casi conocidas (ya que tomaba melodías existentes pero las modificaba en algún punto) con letras que reflejan la marginalidad de todos sus personajes de formas muy particular. Con insultos, desnudos, gracia y chistes al servicio de lo que este actor brindó en todos sus espectáculos.
Pero no solo lo actoral hacía valer este show, sino también las proyecciones (segundo espectáculo tecnológico del día), ya que le aportaban una belleza visual muy importante. A esto debemos sumarles unas luces que se movían sobre el público en ciertos momentos y otras tantas blancas puestas en el límite del escenario, que ante alguna canción de tipo “tecno” se prendían y apagaban repetidas veces para asi poner al público en cierto estado (lo que conseguía al instante).
Lo que realiza en escena es más de lo que he visto en otros espectáculos (“Alita de posca”) repitiendo personajes, e incluso chistes. Pero en cada número (a destacar: un mimo que aparece al principio de la obra y un zapateo americano que realiza el ya conocido Pitito) demostraba ser alguien con mucha preparación, y no un improvisado que quería subirse al escenario sencillamente para decir groserías.

Para redondear un poco con los dos espectáculos: creo que ambos son tipos de humor muy particular, muy propios, y creo que si uno toma la decisión de ir a verlos sabe con lo que se va a encontrar: dos cloacas de insultos al servicio de las necesidades escénicas. Y algunos podrán decir: “muchos insultos son innecesarios”, pero me parece que lo necesario (o no) está directamente relacionado con lo que el actor necesite (valga la redundancia); y si a estas dos piezas les sacáramos todos los insultos, las groserías y las vulgaridades, no serían ellos mismos. Sino que sería un actor hablando de historia y otro relatando la marginalidad. Pero creo que cada uno pone los condimentos necesarios para que no sean sencillamente “alguien más”, sino que sean actores que llenan salas temporadas enteras desde hace ya varios años.

(Funciones: jueves 15 de julio)


Teatro // Crítica // 'Finimondo', de Toto Castiñeiras

Encantado por todo lo visto de clown hasta el momento, y doblemente atraído por un magnifico 2x1 recibido vía internet, me acerqué a una de las funciones que Toto (el argentino del Cirque Du Solei) realizaba en el teatro Metropolitan con su espectáculo “Finimondo”.
Como dice su volante, es un clown dramático, un clown trágico. Y al verlo, me doy cuenta de que interpreta un payaso más relacionado al conocido de circo: con tristeza, dramatismo y tragedia. Con esto no quiero decir que los anteriores espectáculos de clown comentados no hayan contado con dramatismo, pero claramente desde otro punto de vista mucho más relacionado con el juego y con el aquí y ahora.
A su vez, notaba que no registraba al público, porque durante el espectáculo sonó un celular, una persona se fue y volvió, y él siguió como si eso no hubiera ocurrido, lo que daba la sensación de que él hacía su número, terminaba y se iba, sin importar el sentimiento del público.
De todas formas, en reiteradas ocasiones del espectáculo, tuvo oportunidades de mostrar y lucir un gran conocimiento de las posibilidades físicas, un oficio y que es un payaso de varios años. Por su manera de moverse en el escenario, por su voz y por ciertos vicios que funcionaron más de una vez y que daba la impresión de que, si los hacía cien veces más, funcionarían de igual manera.
La iluminación y la puesta en escena, si bien merece un párrafo porque es algo que suma en todo espectáculo, no fueron puntos que me llamaran la atención ni despertaran mi interés o ciertas inquietudes. Un diseño de luces uniforme creado por el genial Omar Possemato y una puesta sencilla con un falso frente teatral que solo se ve al final del espectáculo.
Cerrando ideas y concluyendo: vi a un clown sobre el escenario que demostraba tener grandes cualidades, pero creo que la historia no lo acompaña como para poder lucirse.


(Función: jueves 1 de julio)


domingo, 30 de mayo de 2010

'En la cocina' (escena), de Daniel Crespo Narbona.

Una cocina. La madre sentada observando al niño en la puerta. Este mira hacia el patio. Llueve. Todo muy sucio.

Niño: ¿Por qué?
Madre: ¿Qué?
Niño: ¿De dónde viene?
Madre: ¿Qué cosa, corazón?
Niño: El agua, ma, el agua.
Madre: Es lluvia. Se llama lluvia.
Niño: ¿Y de dónde viene?
Madre: Del cielo. Viene de las nubes. ¿Ves que todo está blanco? De ahí viene.
Niño: Ah.
Madre: ¿Qué pasa?
Niño: ¿Puedo tomar?
Madre: No, el agua de lluvia está sucia, no se puede tomar.

El niño apoya los pies sobre el patio sentándose en el cordón.

Madre: Subí los pies.
Niño: Está fría el agua.
Madre: Sí, además hace frío. Haceme el favor de entrar.
Niño: Quiero quedarme un poco más, ma.
Madre: Ahora va a llegar papá de trabajar y vamos a comer.
Niño: Cuando llegue entro.
Madre: Bueno.
Niño: Ma…
Madre: ¿Qué?
Niño: ¿Estuviste alguna vez abajo de la lluvia?
Madre: Sí, hiji, muchas veces, cuando salgo de casa y me olvido el paragüas.
Niño: Ma…
Madre: ¿Qué, Manu?
Niño: ¿Va a parar de caer agua en algún momento?

Se oye un trueno.

Madre: Sí, para. Podés entrar que va a entrar agua.
Niño: Agua no, ma, es lluvia.
Madre: Es lo mismo, Manuel. Entrá.
Niño: Ahora entro, ma.

Suena el timbre.

Madre: Entrá, vamos a comer.
Niño: Ya va, ma, dejame ver un poco más.
Madre: No, vamos.

Lo alza aúpa.

Niño: No, ma, un ratito más.
Madre: No siempre se puede todo lo que se quiere, Manu.

jueves, 20 de mayo de 2010

Teatro // Crítica // 'La isla desierta', de Roberto Arlt

Increíble gusto por empezar a escribir esta crítica sobre esta conocida obra de Arlt en una versión extremadamente novedosa para mi cultura teatral (digo novedosa, aunque lleven muchos años en cartel).
La obra está atravesando su temporada número 10 y se presenta actualmente con cuatro funciones por fin de semana en el Konex. Está llevada a cabo por el Grupo Ojcuro, un elenco que tiene un gran porcentaje de actores no videntes.
Trabajan, principalmente, desde la ausencia total de luz. Desde ya le aclaro a todo aquel que vaya a leer esta nota, que será muy complicado hablar de esta experiencia sin adelantarles lo que pueden sentir luego de sacar entradas para esta pieza.
La historia, claro está, es la misma que hemos leído en algún momento de nuestra vida: un grupo de empleados que no pueden trabajar con los barcos pasando por la ventana de su oficina. Todo mantiene un orden hasta que un amable cordobés (al menos en esta versión, no recuerdo en la original) les abre los ojos con muchas anécdotas e historias.
Desde que uno se prepara para ingresar a la sala, comienza la sensación de incomodidad en el espectador (me atrevo a generalizarlo, teniendo en cuenta los comentarios de mi acompañante y por lo que pude oír de los demás espectadores). “Si quieren salir, griten y en cinco segundos están fuera de la sala”. Así uno de los integrantes del grupo recibe al público. Todos en fila, agarrados del hombro del que está adelante (como niñas inmaduras, algunas mujeres se incomodan al tener que tomar a un hombre desconocido y comienzan a intercambiarse los lugares con risas de por medio, lo que genera complicidad entre los espectadores que esperan para ingresar a la sala). Ingreso a la sala y me encuentro en una absoluta oscuridad nunca antes apreciada, nunca antes vista. Mucho más que un cuarto oscuro, mucho más que una habitación con las persianas bajas: algo inexplicable.
Una vez ubicados en nuestros lugares, es inevitable comenzar a hablar con el de al lado, debido a la inmensa incomodidad que genera la nada misma que se presencia en esa sala.
Los sonidos empiezan a reproducirse en distintos lugares, produciendo una risa interna casi incontenible por eso que se desarrolla en la sala. A medida que pasa la obra, uno va girando la cabeza como si pudiera “ver” aquello que se está desarrollando.
Innumerables olores y sonidos se desarrollan en la sala generando una experiencia extremadamente placentera.
Claro está que no hay nada para decir acerca de la escenografía, y mucho menos de la puesta de luces. Pero si, cabe destacar, que es una hermosa experiencia, sea cual sea el punto de vista de cada uno.

(Función: sábado 15 de mayo)


lunes, 10 de mayo de 2010

Teatro // Crítica // 'La verdad fugaz', de Guillermo Hermida

Una vez sentado en las incomodísimas butacas del teatro Beckett, me dispongo a ver la segunda obra del dramaturgo y director Guillermo Hermida (su debut como tal: Cupido sin detenerse, en el 2008, teatro Anfitrión): La verdad fugaz.
En el espacio una escenografía simple pero interesante, la cual denota un espacio neutro que abre un abanico de posibilidades para el desarrollo de la pieza dramática. Por otra parte, una novia está en el espacio esperando que el público ingrese, se acomode y apague sus celulares. Esta espera genera una gran expectativa sobre el por qué de esa mujer allí parada (que debo confesar que, en primera instancia, creí que era un maniquí, lo que me desorientaba aún más).
La obra empieza sin momentos dignos de destacar, sencillamente contando las realidades de los personajes. Pero a medida que trascurren los minutos, uno se va interiorizando con cada uno de ellos y hasta, en ciertas discusiones, se puede tomar partido por uno de ellos e involucrarse.
En un momento dado (o mejor dicho, en dos) parte del elenco realiza una coreografía que no suma al contenido poético de la obra, aunque sí tal vez a la realidad de los personajes y a lo absurda que comienza a ser la historia en ciertos aspectos.
Las actuaciones son muy parejas, ya que todos están muy bien en lo que hacen. La protagonista (por así llamarla, ya que cada uno tiene su pequeño momento de gloria) Lucrecia Gelardi (Emma) se desenvuelve de manera excelente la hora y cuarto que dura el espectáculo, como así también lo hace Mariano Ferrán (Pedro). Sin embargo, conociendo las capacidades y virtudes de Luciana Dulitzky (Maxi) me quedé con ganas de verla un poco más.
La pieza tiene momentos realmente increíbles, tanto desde la dramaturgia como desde las actuaciones (rápidamente recuerdo uno en el que suceden dos situaciones simultáneamente en distintos espacios, y una conversación sobre el teatro que me hizo reír de mi mismo como actor y espectador).
El trabajo de arte está muy bien llevado a cabo por Sebastián Sábas, ya que cada personaje muestra con sus prendas un poco de lo que cada personaje lleva con su historia, y la puesta en escena es la indicada para el pleno desarrollo de la historia.
Sabiendo poner las palabras en su justo lugar, y a cada actor en su justo personaje, Hermida supo regalarme un grato momento una fría noche otoñal.


(Función: Sábado 8 de mayo)

Teatro // Crítica // 'Tempo', de Marcelo Katz

La idea de ver un espectáculo de clown en un fin de semana teatral, se está volviendo en mí casi un hábito. Y no creo atribuírselo a otra cosa que a la placentera sensación que sentí al salir de los mismos.
Me acerqué al Centro de la Cooperación un viernes por la noche para ver la nueva creación de Marcelo Katz: Tempo. Claro está, teniendo en cuenta sus anteriores creaciones, que esta iba a ser sobre delirios clownescos basados en el Tiempo.
Mi pregunta antes de ingresar a la sala era: ¿tanto se puede hablar sobre el tiempo? Y sí: horas, meses, momentos, rítmos. Todo está vinculado con el tiempo.
Al comenzar la pieza, me encontré con varias caras conocidas (tres de ellas participaron de Amargo Dulzor, la pieza que formó parte del plan de verano “Parador Konex”). Las actuaciones son parejas y muy buenas. La vital Julieta Carrera (Sagitario) comienza con una entrada a destiempo propia de las características mismas de su clown que, desde esa acción, se hace querer por el público. Hernán Carbón, sin embargo, va en ascenso, ya que comienza son mucha firmeza y finaliza con unos movimientos en el espacio que hacen parecer que es su casa. Las actrices Virginia Kaufmann y Gabi Goldberg lucen un increíble caudal de voz en varias ocasiones (acompañadas por un piano en vivo, ejecutado de manera justa por Sebastián Furman).
La obra casi no deja lugar a la improvisación por parte de los actores, ya que a diferencia de las anteriores obras de Katz, esta no posee casi juego con el público.
Se puede apreciar en todo momento una gran concentración por parte de los actores y se ve, como trasfondo, un profundo trabajo de dirección. Claramente un proyecto cargado y recargado de ensayos, pruebas y errores, para dejar como resultado una placentera página en mi historial de obras teatrales de la ciudad de Buenos Aires.


(Función: Viernes 30 de abril)

lunes, 29 de marzo de 2010

'Difícil' (monólogo), de Daniel Crespo Narbona

El primer contacto siempre es el más difícil
No se sabe lo que va a pasar, no se sabe cómo vas a reaccionar. Hablamos. Nos conocemos. Nos decidimos a dormir. Ese dormir tan despierto, tan abierto. Poco a poco nuestros cuerpos se fusionan formando un solo individuo, una sola idea. Mis labios te recorren de una manera única, combinando perfectamente el placer, la vergüenza y el querer.
El gato, tu gato, entra a cuadro cortando el aire con una garra. Genera risas, chistes y liviandad. Tranquilidad.
No me conformo. Mi cuerpo, sudoroso, pide conocer más, sentir más. Sucede. Nuestras antipáticas remeras desaparecen de nuestro torso, generando el momento simbiótico tan deseado. Te miro, me mirás. Muy de cerca, para así sentir tu respiración. Y entonces las manos no se satisfacen y buscan más. Los excitados cuerpos tocan fondo para ya no volver. Nunca volver.
Traspiro, respiro, te miro y suspiro. Te complementás. Me completás. Las pulsaciones se aceleran, cada vez más y más, alcanzando cifras indescifrables.
Basta.
Los cuerpos desde el fondo saltan a la cima para luego estabilizarse. Miradas se cruzan y se comunican sin decir ni una sola palabra, sin emitir un solo sonido. Me separo. Te beso, acaricio, observo, beso y me separo. Me recuesto. Tu cabeza sobre mi pecho, tu pierna sobre mi sexo. Y ahí, y solo ahí, entiendo, comprendo y me retracto. Se viene lo más difícil: el momento de la partida. Mi partida. Vos por tu lado y yo por el mío. No me fui y ya te extraño.
El último contacto siempre es el más difícil.

miércoles, 10 de marzo de 2010

'Como si ese día fuera mujer' (cuento), de Daniel Crespo Narbona

La puerta estaba abierta para que no pensaran que estaba pasando cualquier cosa y resulta que estaba pasando cualquier cosa. Gloria, euforia y éxtasis, de vos y de mí. Me posiciono en un lugar peligroso. Tentándome al descontrol. Tentándote al descontrol. Escucho tus sonidos de desesperación y son tan iguales a los míos. Tu mano busca atravesar esa tela de pollera, que tiene el grosor perfecto para volverme loca. Pero se arrepiente, se arrepiente y vuelve a mi muslo. Para quemarlo. Para derretirlo. Hasta que un día, ese calor, hizo que la tela no fuera suficiente. Ni que los sonidos de desesperación fueran iguales. Ni que fuera una simple tentación. Me sentí yo. Me conocí. Estuvo bien.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Teatro // Crítica // 'Art', de Yasmina Reza

Llego al teatro Tabaris con todas las expectativas de ver una obra genial, desopilante y sorprendente, ya que es una obra comentada y recomendada por todos los críticos y los medios. Era apenas un niño, tenía mis siete años recién cumplidos y mi madre estaba loca por ver esta obra (en aquel entonces con Oscar Martinez, en el papel que ahora encarna José Luis Mazza). Abro el programa y veo que la dirección general está a cargo de dos de los tres actores (Darín y Palacios) y recordé que, cerca del estreno, en el programa de Fernando Bravo, Palacios dijo que estaría a cargo de ellos ya que conocen la obra íntegramente. Y luego de ver el completo desarrollo de la pieza de esta brillante dramaturga, comprobé el pleno conocimiento de cada uno de los textos interpretados.
“Son tres amigos y un cuadro blanco”. Al saber solamente eso como argumento principal de una pieza teatral, uno espera que se reiteren ciertos temas. Las primeras escenas se centran en la pintura, pero luego la obra crece desmedidamente. En ningún momento decae y se mantiene la atención en los actores en toda la hora y veinte (aproximadamente) que dura la obra (a excepción de cuando suena un teléfono celular en la sala, que involuntariamente la cabeza se gira hacia el dueño de dicho aparato, y produce una desconcentración temporaria de lo que pasa en escena).
Si del texto debemos hablar como unidad independiente (sin meternos en las interpretaciones y en la dirección) es realmente increíble. La obra puede tomar diversos sentidos en los espectadores, ya que tiene muchos mensajes claros: amistades, relaciones de pareja, mentiras, sometimientos. Cosas de la vida y las relaciones cotidianas, que plasmadas en una obra de teatro producen una explosión de emociones en el público.
La sala estaba llena, y todas esas personas aplaudieron cuando apareció el último del trío: Ricardo Darín. Soy consciente de que está pasando por uno de sus mejores (por no decir el mejor) momento de su carrera. Al verlo arriba del escenario, con sus tonos, sus gestos y sus constantes miradas hacen entender el por qué de dicha situación. Encarna un personaje que rodea al sometido del grupo, siendo siempre el que trata de solucionar las problemáticas ajenas, sin importar si lo perjudican a sí mismo. Con momenos increíbles (se me vienen inmediatamente dos a la mente: cuando llega tarde a la casa de Sergio, y cuando lee lo dicho por su terapeuta). Sin duda, imperdible.
Pero, a decir verdad, no son todas rosas, ya que la obra va en crecida, y el lugar en el que comienzan algunos actores no es el mejor.
Germán Palacios empieza con una tonada de voz que, en ciertas oportunidades, se asemeja a lo sobreactuado, pero luego se comprende que es parte de ese personaje, de su forma de hablar y de su forma de impartir los conocimientos sobre sus amigos.
Sin embargo, el personaje de Marcos (José Luis Mazza) mantiene una tonalidad que se asemeja bastante al grito injustificado. Tal vez en ciertas situaciones, dicho tono podría llegar a causar un buen efecto, pero al ya haberlo visto, no sorprende.
La puesta en escena es sencilla, pero no por eso escasa. Es un living que, al sacar una compotera metálica y un cuadro, se convierte en otra casa.
La iluminación no tiene grandes momentos. Para destacar es que, en los momentos en los que el cuadro está en escena y alguno de los actores habla a público, la pintura recibe una iluminación focalizada que hace que no saques de la mente el tema en cuestión.
Sin duda, una pieza que, por más costosa que sea (como acostumbran ser los espectáculos que se llevan a cabo en los teatros de Carlos Rotemberg) vale la pena verla, y aplaudirla de pie al finalizar la función.


(Función: Miércoles 3 de marzo)

lunes, 1 de marzo de 2010

'Uno' (monólogo), de Daniel Crespo Narbona

Con suma seguridad
uno cree en todo
sin la necesidad de verlo.
Divaga. Divaga.
Sueña entresueños.
Completa silencios
Uno salta y salta
sabiendo que siempre va a tener alguien que lo agarre.
Uno ríe y ríe
sabiendo que siempre va a tener con quién.
Uno llora y llora
sabiendo que siempre alguien va a golpear su hombro.
Ese hombro que
no otorgando más que eso
un hombro
entrega y protege de todo.
Uno habla y habla
sabiendo que siempre va a tener a alguien para escuchar.
Uno escucha y escucha
sabiendo que siempre va a tener a alguien que confíe.
Uno avanza y avanza
sabiendo que siempre va a tener a alguien que lo siga.
Uno cae y cae
sabiendo que siempre va a tener a alguien que lo levante.

Pero un día
algo cambia.

Y uno cae y cae
y no sabe si alguien lo va a levantar.
Y uno avanza y avanza
y no sabe si alguien lo va a seguir.
Y uno escucha y escucha
y no sabe si alguien va a confiar.
Y uno habla y habla
y no sabe si alguien lo va a escuchar.
Y uno llora y llora
y no sabe si alguien va a golpear su hombro.
Vacío por demás.
Y uno ríe y ríe
y no sabe si va a tener con quién.
Y uno salta y salta
y sabe, con certeza
que nadie lo va a agarrar.

'Vos' (monólogo), de Daniel Crespo Narbona

Vos sabés
querido
que todo era mucho más fácil
con vos muerto.
Siento profundos deseos
de sumergir tu cabeza en tierra
Tierra con veneno.
Veneno del bueno
que solo deja viva a la parca.
Parca hija de puta, llevatelo.
El muy forro se metió en mí casa
y no lo puedo sacar.
Penetró lo más íntimo y no sale.
El muy conchudo no sale.
Me hace mierda con las cosas que dice
y me aleja de los que quiero.
X de mierda
no vuelvas más
no sé como decírtelo.
Lo que le hiciste a mi mujer
no te lo voy a perdonar.
No se le pega a una mujer embarazada
¡Hacete cargo!
Si sos cagón, vení para acá
vení que tengo algo para vos.
Tengo hambre de venganza.
Y vos de verganza.
Esto es insoportable.
Parca, llevame a mí, sino podés con él.
Es muy duro y no lo soporto más
no lo puedo ver más
no lo quiero ver más.
Todos sufrieron mucho.
Da lástima.
En el baño de su casa
se cortó las venas y salió a correr
en Jean Jaures y Corrientes lo agarraron.
Decía no acordarse de nada
pero miente.
Parca, comunicame con la policía.
¿Hola oficial?
El zorete se acuerda
se acuerda de todo.
Creame a mí.
¿Por qué me va a encerrar a mí?
Yo no hice nada.
Yo no era.
Oficial, vayase y paseme con la parca.
¿Volviste parca?
Llevatelo, por favor, matalo.
¿No lo ves?
Vení, yo sé donde está.
Yo siempre me lo encuentro
en el espejo del baño.

domingo, 28 de febrero de 2010

Cine // Crítica // 'Amor sin escalas'

Tal vez uno decide ver una película en la que aparece George Clooney y sabe que lo va a ver en el típico personaje de hombre americano que tiene la respuesta a todo. Esta película no es la excepción. Pero lo destacable del film dirigido por Jason Reitman es la ocurrencia de la historia.
Es de destacar, antes de pensar sobre qué puede tratar la película sin haberla visto, que el título en inglés no tiene nada que ver con la traducción que le dan. El título original es “Up in the air”. De todas formas, esto no es del todo relevante (aunque me gusta dejar en claro el título que el autor le quiso dar) y es algo que sucede en la mayoría de las películas.
La historia, a grandes rasgos, es un hombre (Clooney) que es contratado por diferentes empresas con el fin de despedir empleados, por lo que debe viajar prácticamente todo el año. En uno de esos viajes conoce a una mujer (Vera Farmiga) y se enamora. Sumado a esto, la empresa para la que él trabaja amenaza con ponerlo en un puesto de oficina, lo que sería terrible para él, ya que no tiene raíces ni nada que lo movilice en tierra firme.
El guión es realmente encantador, y tiene personajes con características muy bien marcadas y con respuestas justas ante cada situación planteada.
Es una película plagada de buenos momentos, de pequeñas situaciones que conforman un todo inmensamente conmovedor.
En medio de la película, aparece en la mente el pensamiento de “es obvio como va a terminar”, pero cuando creía que todo ya había pasado, una escena vuelve a atrapar al espectador, no dejándolo salir hasta el final de la película.
Sin lugar a dudas, es digna de recomendación, y pese a lo anteriormente mencionado sobre Clooney, es un actor que no deja de trabajar y de tener proyectos exitosos, con una credibilidad en su labor digna de destacar.

Teatro // Crítica // 'Amargo Dulzor', de Marcelo Katz

Produciendo una especie de sobredosis de Clown, llegué al Konex con las ansias de ver Amargo Dulzor, otra pieza escrita por Marcelo Katz y dirigida por él y Hernan Carbón.

En contraposición a la anteriormente comentada, Aires, o a Aguas, esta pieza no tiene elencos multitudinarios, y estos no llevan pelucas ni narices, pero no por ello deja de ser un desopilante espectáculo clownesco. Con las anteriores experiencias, un espectáculo de Marcelo Katz, promete un gratificante momento y una posterior recomendación.

El espacio escénico está ubicado en el patio del Konex (en la sede de Sarmiento 3131) y es bastante sencillo: una pantalla blanca en la que se ven sombras chinescas y nada más.

Como mencioné anteriormente: no es un elenco numeroso. Tan solo cuatro Clowns en escena.

La obra comienza con una pequeña canción (existirán varias en el trascurso de la obra) y sigue con un increíble monólogo a cargo de Acetato (Martín López Carzolio) en el cual se lo ve divertirse constantemente, jugar con las cosas que surgen en el momento, lo que da la idea de que cada función, el texto no es idéntico.

Como dije anteriormente, la obra está poblada de canciones cantadas y tocadas en vivo por los mismos actores. Generando historias en cada una de ellas, y vínculos entre los personajes. La voz de la actriz Virginia Kaufmann es algo realmente encantador que le pone a cada canción un sentimiento bellísimo; a esto debemos sumarle el ingenio de ciertas letras y la interpretación simultánea de la misma por otra parte del elenco (es el caso de una canción en la que dos actores se golpean casi todo el tiempo).

Llegado un momento, la divertida y ocurrente Sagitario (Julieta Carrera) se sortea a sí misma por la imperiosa necesidad de estar con alguien y dejar de sentirse sola.

El juego con el público es constante, desde miradas, besos en el aire, piropos y deseos de concretar una relación.

El efecto de las sombras es utilizado de diferentes formas en cada uno de los sketchs y es un recurso imprescindible para la comprensión de ciertas partes.

Con respecto al sonido del lugar: no es ninguna preocupación que estén al aire libre, ya que cada actor cuenta con un micrófono inalámbrico de diadema, el cual les permite que el público siga escuchando sus palabras mientras se desplazan por entre los espectadores. La iluminación no es nada fuera de lo conocido, y es utilizada, en ciertas ocasiones, por los actores si les da en forma directa a los ojos.

Es una experiencia que vincula risa, música, baile, sombras y un constante juego. Pero como bien dije antes, se los ve disfrutar, jugar e improvisar en muchas situaciones (principalmente la anteriormente mencionada, Sagitario), así que cada función debe tener detalles diferentes, por eso es importante que cada uno tenga su experiencia de este espectáculo.



(Función: Sábado 27 de febrero)

Amargo Dulzor en Alternativateatral

Teatro // Crítica // 'Aires', de Marcelo Katz

Una gigantesca carpa puesta por el gobierno en Garay y Combate de los pozos fue la cuna de Aires, un espectáculo de Clown dirigido por Marcelo Katz, el cual está desde el 2008 en cartel.

Habiéndola visto anteriormente, noté modificaciones en el elenco, pero no así en la estructura y en las bellísimas imágenes con las que cuenta la delirante pieza clownesca basada en el aire.

Ni bien se ingresa al lugar, el divertido Havanna (Lisandro Penelas) te recibe y se acerca para decirte "Pueden ir sentándose en las sillas amarillas de ahí", provocando un efecto redundante que hace empezar la obra con muy buena predisposición.

La obra tiene, como mencioné anteriormente, imágenes realmente muy atractivas para el ojo del espectador. La obra comienza bañando al público de pequeños papelitos que fueron succionados por una máquina anteriormente. Y como segundo punto importante una coreografía sobre el final de la obra en la que una luz tenue baña al elenco, que sostiene con hilos unos globos violetas inflados con helio.

La puesta en escena es sencilla, con tan solo dos salidas por los costados y una escalera en el medio, lo que hace lucir al elenco, sin provocar distracciones con otros objetos. También cuentan con algunos objetos propios de la temática de la obra, como un ventilador, aspiradora, entre otros.

La iluminación pasa sin pena ni gloria, aunque no es un dato menor que casi sobre el final de la función se cortó la luz. El público recibió dicho hecho como algo intencional, y provocado por los técnicos para provocar un efecto específico, hasta que una actriz aclaró que no era así. En ese momento se sintió un poco de caos sobre el escenario, ya que no pudieron pautar nada de antemano y todos realizaban diferentes cosas. No ingresaba luz por ningún lugar. Primero se prendió un tubo de emergencia, luego volvió la luz por poco tiempo, se cortó nuevamente y al final volvió. De todas formas, una vez que ya había pasado la falla técnica, los actores tomaron eso positivamente, apurando la acción que estaban llevando a cabo "por si se cortaba nuevamente".

No puedo finalizar esta nota, sin mencionar el encanto de Sagitario (Julieta Carrera) al vincularse con el público y hacerlo partícipe de las situaciones de la obra. Su Clown es una mujer sola que busca entre el público una pareja que le de respiración boca a boca, ya que "está pasando un momento físico emocional muy difícil". De este juego, yo en particular, me sentí participe, ya que fui uno de los seleccionados por esta divertidísima Clown oriunda de Mar del Plata para ofrecer todo, todo el tiempo.

El espacio físico tenía la gran desventaja de que, si por esas casualidades, pasaban varios colectivos seguidos, había que hacer mucho esfuerzo por escuchar a los actores, ya que no solo era una carpa, sino que el lugar era realmente grande (una carpa de gran diámetro y altura notable).

De todas formas, esto no hizo que no saliera del espectáculo con una sonrisa constante y una enorme satisfacción, tras haber visto un espectáculo tan divertido, en el cual me sentí participe por el trato de los actores con el público.


(Función: Viernes 26 de febrero)

Aires en Alternativateatral

Teatro // Crítica // 'Contrapunto', de Anthony Shaffer

El decidir ir al teatro es algo difícil, ya que interfieren muchos factores: cuánto dinero se puede gastar, que día ir y finalmente qué obra ver. Ingresar a una sala de teatro en corrientes es algo imponente para cualquiera, debido a las dimensiones y a las increíbles puestas que nos tiene acostumbrado el teatro comercial de la Ciudad de Buenos Aires.

El reto es doble si se le suma ir a ver una obra con actores de renombre y de la cual salieron increíbles críticas. Uno va con la cabeza de otra manera, con una predisposición y unas expectativas muy altas. Por suerte, al ver Contrapunto, con la dirección de Agustín Alezzo, dichas expectativas se cumplieron.

Una pieza clásica de aproximadamente una hora y media de duración (sumado a eso, un intervalo de quince minutos), dos actores con una dicción y un manejo del escenario digno de destacar (por más de que uno ya crea que es algo con lo que eso será algo obvio) y una puesta que sitúa al espectador dentro del hogar en el que se desarrolla la obra.

Es para remarcar el trabajo corporal del Leonardo Sbaraglia, llevando a cabo cambios en su personaje en el trascurso de la obra.

La historia toma real forma y color pasado el intervalo, cuando ciertos ingredientes sorpresa ingresan al argumento de la obra. En la primera mitad, la pieza de Anthony Shaffer no deja en claro el verdadero argumento, ubicándonos en situaciones que no despiertan gran inquietud, pero eso provoca un mayor entusiasmo en la segunda mitad.

Con respecto a la iluminación, podemos decir que no hay un gran despliegue, ya que la puesta en sí no lo necesita. Aunque el piso tiene un detalle de iluminación que en cierta forma distrae, ya que no tiene gran relevancia en el argumento.

Como salida teatral, es digna de recomendar. Pero, lamentablemente, me veo en la obligación de destacar que ciertas actitudes del público de teatro comercial produce cosas que al espectador que disfruta realmente de ir al teatro (sin importar si es comercial o under) le molestan. Y es el caso del comentar en el trascurso de la obra lo que sucede, el aplauso con la aparición de un personaje conocido (en este caso, ambos lo son), y el hacer ruido con la bolsa de alimentos. Aunque de esto también culpo al Multiteatro, ya que antes y en el medio (intervalo) ingresan vendedores ambulantes.

Como último pedido: apaguen los teléfonos celulares cuándo se pide por favor por el altavoz. Distrae, molesta y es una falta de respeto.


(Función: Domingo 21 de febrero)

Contrapunto en Alternativateatral

Cómo viene la mano.

Dando lo Justo es un blog destinado a la libre expresión, a la escritura de textos teatrales y a la publicación de críticas sobre obras y películas. No sé como hacerlo realmente, pero un maestro en una ocasión dijo "El mundo se hace de los que hacen, y no de los que miran", y desde ese momento, con mis cortos quince años, decidí cambiar la actitud y hacer. Hacer, hacer y hacer, no detenerme nunca y hacer.
El título, "Dando lo Justo", es por esa misma expresión de antes, del hacer y hacer, pero no excederse, no cometer ningún tipo de excesos porque de eso es más complicado volver. Un profesor mío de Clown me dijo que a las orquestas sinfónicas, se las medía con un sistema de grados (o algo similar) y que las mejores orquestas no son las que llegan al número más alto. Una orquesta promedio va desde el cinco hasta el quince, pero las realmente buenas consiguen bajar hasta uno. ¿Qué quiero decir con esto? Lo más importante son las sutilezas, los detalles y el tener en cuenta las cosas mínimas, ya que de eso se forman las grandes cosas. Como la vida, que se conforma por pequeños momentos que producen felicidad.
No es de mi interés divagar sobre cuestiones filosóficas, ya que no soy quién para decir qué es la vida y a qué no se la debe considerar tal.
Sin más, esta primera nota llega a su fin. Sencillamente es una sutil descripción sobre qué va a tratar este espacio cibernético, tan cuestionado por muchos al decir que violan la privacidad de las personas y demás.